Del cielo baja despacio
-las cumbres rozan su fuego-,
paleta de vastos trazos
espoleada de espejos.
Es el óleo de la vida
troquelado de azul cielo
que pace sobre los prados,
lienzo de flor sobre lienzo.
Los lagos de las montañas
de dos en dos van abriendo
ojos verdes adornados
con pestañas de bostezos.
Vuelos inversos de olores
de azucenas y cerezos,
de camelias y de arados
trigales de rubio pelo.
Dejan un rastro de sierpes
en el monte los senderos
que se escurren sigilosos
hacia los toscos roquedos.
El monte se queda sordo
de pájaros carpinteros,
sonámbulos roedores
y de curiosos mochuelos.
Del cielo baja despacio
espoleada de espejos
una paleta de artista
repleta de desperezos.
Los pinceles son cipreses.
Las flores son el pigmento.
La acuarela de los lagos
es el cuadro en su reflejo.