Tras el biombo de robledel salón
se oculta, temblorosa, la criatura.
Apenas de su falda un bisbiseo
—plisada con la mano
suavemente
como si acariciara un gato de agua
impaciente, anhelante
por iniciar la huida hacia el patucho azul—.
Es la punta de un lápiz, avidriada,
que sólo puesta en pie se partiría.
« ¿Me quieres, amor? Claro que te quiero».
Se estremece su boca.
Un pájaro que escapa.
Pio Espejo