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Cuando tenemos varios hijos reconocemos lo evidente, y es que cada uno es distinto y necesita un trato concreto. Además, nos damos cuenta también, de que, entre ellos, y según en qué posición se encuentren por edad, se establece lo que se llama la jerarquía entre hermanos.

No es lo mismo ser el mayor, el mediano o el pequeño, lo que puede tener un reflejo en su personalidad, en la forma de enfrentarse a la vida.

No nos debemos obsesionar con la posición que ocupan ni con los supuestos peligros que esto puede traer. Simplemente son generalidades que hay que saber. Debemos ver, sobretodo, que dar hermanos a nuestros hijos siempre va a resultar ser algo positivo para ellos, pese a la rivalidad que pueda provocar.

No nos debemos obsesionar con la posición que ocupan ni con los supuestos peligros que esto puede traer

La relación entre ellos va a ser siempre única e irrepetible, llena de riqueza humana. Las peleas y las discusiones son normales en las casas en donde hay más de un niño, y esto forma parte de su educación. Entre hermanos se aprende a compartir, a relacionarse y a defenderse, y eso indudablemente es una preparación extra para la vida adulta.

LOS HERMANOS MAYORES

Puede pasar que los primogénitos tiendan a llevar el control sobre los pequeños, incluso llegar a burlarse de ellos por no haber desarrollado aún sus capacidades. Es bueno que los padres no permitamos que esta posición se acabe convirtiendo en una personalidad impositora. Por otro lado, los mayores pueden ser unos estupendos ayudantes a la hora de gestionar a varios hijos. Por ejemplo, pueden ayudar a vestir o poner los zapatos, y otras tareas, siempre y cuando los padres no acabemos convirtiendo esos hábitos en una obligación y cargarles con un extra de responsabilidad que quizá no les corresponde.

LOS HERMANOS MEDIANOS

Durante tiempo se ha hablado del “síndrome del hermano mediano”, por aquello de no ser ni mayores ni pequeños, sino más una situación indefinida. Son los llamados también “niños sándwich”. Es posible que puedan llegar a sentir falta de atención por parte de sus padres, más especialmente cuando los que van por debajo son más de uno, y porque a los de arriba se les pueda atender más porque van abriendo camino. Esto les hace ser más independientes e incluso, más amigables por la búsqueda de atención fuera de casa. A los padres se nos aconseja que no les hagamos sentir desatendidos, y una bonita forma es hacerles partícipes del cuidado de los pequeños, hacer más planes todos juntos o decir con palabras y gestos que les queremos.

LOS HERMANOS PEQUEÑOS

De estos se suele decir que, en general, son los más tranquilos y sociables. A los padres nos puede pasar que tendamos a ceder más de la cuenta con ellos y ser menos estrictos, por ejemplo, con las normas en la comida o en los horarios. Esto hay que tratar de evitarlo, ya que, permitirles ir más a su aire no se traduce necesariamente en una mayor autoestima, y ellos también necesitan la seguridad de las normas en casa.

Consejos para los padres:

1 Tratar a cada hijo diferente, según la personalidad de cada uno, pero sin que el resto de la prole perciban ese trato distinto. Todos deben sentirse siempre muy queridos e igual de valorados, independientemente de la posición que ocupen.

2 Para ello, debemos conocer cada manera de ser, su necesidad afectiva y lo que podemos esperar, con realismo, de cada uno. A nosotros nos han ayudado mucho los cursos de orientación familiar, y sobretodo hablar mucho con sus profesores, que al final pasan gran parte del día con ellos.

3 Es bueno respetar la jerarquía, siempre y cuando no acabe provocando faltas afectivas en los hijos. Hay cosas que a ciertas edades se pueden permitir, y los pequeños tienen que entender que no tienen derecho por el momento a hacerlas, por ejemplo, la hora de acostarse no será igual para uno de 7 que para otro de 3 años.

Eva Corujo

Farmacéutica madre de cinco, emprendedora autónoma en www.letyourselves.com


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