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El aumento de los divorcios después del verano no es una leyenda. Uno de cada tres divorcios se produce en septiembre, después del verano –lo mismo ocurre después de las vacaciones de Navidad-. Los 27.266 casos de demandas de disolución matrimonial del año pasado en el tercer trimestre, según el Consejo General del Poder Judicial, son suficientes para plantearnos cómo afecta a nuestros hijos un proceso de divorcio y cómo paliar las consecuencias negativas. La psicóloga Rosa Osorio, nos da las claves para abordar el problema de la forma más eficaz.

La separación o divorcio de una pareja, por sí mismo, no tiene consecuencias negativas; incluso en muchos casos, puede mejorar la calidad de vida de quienes lo abordan. Es más importante el modo en que los adultos y los niños afrontan esta situación que el propio hecho de divorciarse.

No obstante, durante el proceso de separación tanto adultos como niños deben abordar numerosos cambios familiares en el menor tiempo posible bajo la influencia de factores (como la edad de los menores, el tipo de relación que mantienen los progenitores y/o presencia de conflicto parental) que suelen convertir el contexto familiar en una fuente de estrés para los más pequeños.

AYUDAR EN EL PROCESO

Según la Asociación Americana de Pediatría, estudios científicos recientes han puesto de manifiesto que, de las distintas franjas de edad estudiadas, los niños que más sufren durante la separación de sus padres son los preescolares (2-6 años) debido a su egocentrismo e incapacidad cognitiva para obtener explicaciones causales sobre lo que está ocurriendo, lo cual hace que, incluso, se sientan culpables del divorcio de sus padres. Es muy importante en este sentido ayudar al niño a entender el proceso de separación de sus padres usando los recursos verbales y cognitivos que posee, es decir, explicárselo en su ‘idioma’. Esta dificultad para aceptar y comprender la nueva situación familiar se hace evidente a través del llanto, la tristeza, problemas de comportamiento y baja autoestima.

Es preciso aclarar, según los mismos estudios, que el malestar físico y psicológico de los niños, está vinculado, fundamentalmente, al malestar psicológico de los progenitores. Si los padres se adaptan bien al divorcio, también lo harán sus hijos. La mayoría de los niños y adolescentes que han experimentado el divorcio de sus padres funcionan adecuadamente si viven en un hogar donde existen relaciones estrechas con el progenitor custodio, que le apoya y se muestra afectuoso con él, al tiempo que lo controla y supervisa de manera firme y consistente.

   El malestar físico y psicológico de los niños, está vinculado,fundamentalmente,al malestar psicológico de los progenitores.

CÓMO MINIMIZAR EL SUFRIMIENTO

Puntos básicos a tener en cuenta para minimizar el riesgo de sufrimiento de nuestros hijos y el propio cuando se produce la separación:

  • Es fundamental hacer entender a los niños que, independientemente de las diferencias que como adultos tengan, siguen siendo lo más importante para ellos y que pese a no vivir juntos, ambos estarán siempre a su lado.
  • Una de las peores situaciones que se puede producir es que uno de los padres intente manipular al hijo en contra del otro (hablarle mal, culpabilizar a la otra parte, crear incertidumbres, etc). También que alguno de ellos (quizá con mayor poder adquisitivo) le colme de regalos o juguetes para ganar su afecto. El afecto de los hijos sólo se gana dedicándoles tiempo, comprensión y afecto incondicional, nunca con bienes materiales exclusivamente.
  • Debemos evitar discusiones delante de ellos y crear más angustia.
  • No caer en el error de utilizar al niño como mensajero o espía de lo que sucede en casa del otro progenitor.
  • Ambas figuras paternas son importantes para el niño. Pero la madre es la principal figura de vinculación, especialmente hasta los 5 o 6 años. Por tanto, es muy arriesgada una separación maternal traumática (aunque sea temporal) y sólo debería contemplarse en casos extremos de incompetencia e enfermedad física o mental de la madre.
  • Buscar espacios comunes. Por ejemplo, es habitual que la madre deje al niño por la mañana en la escuela y por la tarde lo recoja el padre. En la medida de lo posible, se aconseja que durante la transición de hogar ambos padres dediquen un espacio común (aunque sea corto) para intercambiar información del niño y transmitir la sensación de complicidad e interés por su futuro. Esto puede hacerse mediante una breve merienda o encuentro en algún parque.
  • La separación produce al igual que otras pérdidas en la vida un proceso de duelo. El periodo de duración dependerá de cómo se ha afrontado por parte de los diferentes agentes y de la edad del niño. Normalmente antes de un año los niños suelen haberse adaptado a su nueva situación y no deberían presentar problemas significativos al respecto.

Texto: Rosa Osorio González. Psicóloga educativa

Foto: Shutterstock


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