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“Mamá, quiero que ya sea Navidad”, me decía mi hija pequeña. Entonces recordé en tan solo pocos minutos aquellas copas de cristal de colores, los cánticos navideños alrededor de un nacimiento, mis abuelos, el frío en la calle repleta de luces de colores, peladillas, turrón y mazapán, …, y sobretodo mucha felicidad, emoción e ilusión.

Porque cuando somos niños la Navidad es ante todo una fiesta, y suele pasarnos que al convertirnos en adultos “ocupados” se nos olvida. Nuestros hijos nos recuerdan que es tiempo de volver a mirar con ojos de ilusión el misterio que esconde la Navidad.

Las fiestas navideñas tienen su origen en el 25 de diciembre, día de Navidad, donde los cristianos celebran y recuerdan el nacimiento de Jesús Dios en Belén, que vino para salvarnos y perdonarnos. A pesar de que ese sea el verdadero origen, la celebración de esta fiesta es tan popular, que se ha mezclado su carácter religioso con la tradición de convivencia familiar.

¿Por qué ponemos un árbol y lo adornamos? ¿O por qué vienen los Reyes Magos y vamos a verles pasar en sus carrozas? No solo la Navidad, sino también fin de año, Año Nuevo y Reyes, componen el encanto de estas fechas, las cuales podemos aprovechar para transmitir a los más pequeños el sentido real que tienen, de la manera que más nos guste, a través de cuentos, historias, o simplemente explicándoles el significado de los símbolos navideños.

Podemos aprovechar para transmitir a los más pequeños el sentido real que tienen estas fiestas

Fomentar la unidad familiar

Son fechas especiales, en las cuales podemos fomentar la unidad de la familia. Las vacaciones escolares, en general, para muchos padres suponen una dificultad, ya que no pueden disponer de todos esos días. Sin embargo, los que se puedan, son perfectos para hacer alguna salida especial, o reunirse con el resto de familiares. Ir al campo siempre es una buena idea, en estas fechas está precioso y los niños lo disfrutan muchísimo. Coger adornos naturales para casa, piñas o ramas para una corona. En muchos lugares, si buscamos, encontramos belenes maravillosos y originales para ir a ver con ellos. Por supuesto, la cabalgata no puede faltar, momento de ilusión, único e inolvidable. Pero también es tiempo de estar en casa, y hacerles partícipes de la decoración del árbol, poner el Belén o cantar nuestros villancicos populares con ellos.

Ser generosos

No podemos limitarnos a que las vacaciones navideñas se conviertan en fechas materialistas donde solo nos importen los regalos o lo que vayamos a comer. Porque ni los niños ni los mayores necesitamos ver tanto regalo ni tanta comida. Es bueno que vean que hay personas que están muy necesitadas, así les enseñamos a ser generosos con los más pobres y apreciar el valor de lo que tienen. Por ejemplo, algo que se viene haciendo desde hace años es la famosa operación kilo, donde se puede participar sencillamente dando algo de comida que compramos en el supermercado. Otra posibilidad, según las edades, es dar juguetes que ya no se usen y que estén en buen estado para los niños más pobres.

Valorar lo compartido

Y siempre llega un día en el que se terminan las fiestas y toca volver a la rutina. Repletos de tristeza y morriña nos despedimos de ellas, quizá pensando en las futuras que vendrán, desando que el tiempo pase rápido. Es un buen momento para pararse junto con nuestros hijos para dar gracias por todo lo recibido, valorar los momentos compartidos en estos días y sentirnos afortunados de pertenecer a una familia, afrontando así positivamente el curso que nos queda por delante hasta las siguientes. Conozco gente que, por ejemplo, para despedirse de unas buenas vacaciones, se reúne para repasar fotos y vídeos de éstas. Un año más vendrá y nuestros hijos crecerán, y llevarán consigo para siempre el recuerdo entrañable de esta Navidad.

Eva Corujo, madre de familia numerosa, www.letyourselves.com


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