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Llega el verano y con él nuestro bebé pasará mucho más tiempo al aire libre, visitará playas y piscinas, en ocasiones por primera vez, realizará sus primeros viajes ‘largos’ y lo pasará fenomenal. Para que su delicada piel y sus ojos no se resientan te damos unos buenos consejos para que la diversión esté asegurada.

Si bien es verdad que los pediatras siempre nos recuerdan las normas básicas para evitar que nuestros pequeños se deshidraten o sufran problemas de piel o vista, siempre es bueno recordarlas empezando por la más básica: hay que ofrecer agua a nuestro hijo de forma constante para que no se deshidrate y en su alimentación deben incluirse alimentos frescos como frutas de temporada (el melón o la sandía -ojo con las pepitas- son fresquitos y aportan mucho agua). Además, podemos darle mordedores que hayamos metido en la nevara o fruta fría para aliviar las molestias provocadas por la dentición.

 

Los pediatras recomiendan ofrecer agua a los niños a partir del primer mes entre tomas, antes no es necesario aunque tendremos que ponerle al pecho más a menudo y será él quien decida si quiere o no mamar, porque los niños pierden mucha más agua que un adulto y el peligro de deshidratación es mayor. Con todo esto, ¡no te olvides meter una botellita de agua en su mochila!

 

Debes saber que…

Las cremas solares se recomiendan a partir de los 6 meses, con protección 50 y que no sólo cubra los rayos ultravioleta tipo B sino también los A. Deben usarse siempre que salgamos de casa y debes mirar la fecha de caducidad, porque tienen una duración media de 3 años, aunque será el fabricante quien lo determine. ¡No olvides reponerla cada dos horas, porque pierde efectividad!

 

Gafas de sol homologadas y un gorro no deben faltar en el equipaje del bebé en vacaciones 

¡Mucho ojo!

El sentido de la visión debe cuidarse siempre, pero en verano una falta de protección nos puede provocar problemas… y a los niños mucho más. Sus ojos son mucho más sensibles a la luz solar porque su cristalino no filtra con la misma eficacia que el de un adulto. Además, los niños permanecen más tiempo en el agua de piscinas y playas o jugando al aire libre que los adultos, si lo hacen sin protección, estaremos ayudando a la aparición de cataratas; y, por otro lado, la gafa hace de barrera frente a cualquier cuerpo extraño.

 

Entre los problemas que pueden producirse están la queratitis actínica, provocada por los rayos ultravioleta, aparece tras una exposición prolongada al sol sin la protección adecuada. Cursa con dolor, fotofobia, lagrimeo y ojo rojo, síntomas que desaparecen en sólo unos días pero que son muy molestos; degeneraciones conjuntivales que son anomalías indoloras que cursan con ojo seco, lagrimeo y sensación de cuerpo extraño. Sólo dificultan la visión cuando invaden la zona pupilar; maculopatías que son daños en las células retinianas, problemas con consecuencias severas en la visión; y cataratas que, a temprana edad, muchas veces van asociadas al abuso de la exposición solar sin la protección adecuada.

 Las cremas solares se recomiendan a partir de los 6 meses, con protección 50 y que no sólo cubra los rayos ultravioleta tipo B sino también los A

 


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